Adiós

Adiós. He repetido muchas veces esa palabra este año. Algunos han valido la pena, aunque me hayan costado mares de lágrimas. Algunos fueron de esperar, aunque mi yo ingenuo quisiera creer que no lo eran. Y otros…otros fueron realmente duros. A veces pienso, que nada tiene sentido, porque todo empieza y todo acaba, y eso, eso me da tristeza. Porque me esfuerzo para que no existan ciertos “Adiós” a los cuales temo. Aunque de una manera u otra, inevitablemente me acaban alcanzando. Cierro los ojos, y lo recuerdo nítidamente. No puedo evitar verla allí, con las manos sobre el pecho, cruzadas, tumbada, y descansando. Parecía que solo estaba dormida. Parecía tan real, que no podía creer que no se fuera a levantar nunca más. Tenía incluso buen aspecto. Intenté decirle algo, pero no me salía. Sentía rabia, dolor. Un montón de gente que siquiera se había preocupado por ella antes estaba allí. Hablando de temas banales, y sonriendo. Me sentí mal. Hubiera gritado allí mismo de angustia, pero no lo hice. Callé, miré e interioricé asta que no pude más. Como siempre hago. Me arrepentí tanto de no haber andado unos metros más una semana antes para verla entre los escasos jardines, aunque su memoria no le alcanzara a recordar el estrecho lazo nos unía. Pero ya es demasiado tarde para arrepentirse, y ya no hay vuelta atrás. Ahora solo me queda intentar evitar que se me encoja el corazón cada vez que recuerdo esa imagen, o lo que podía haber hecho y no hice. Y mirar hacía adelante, y esperar no tener que decir muchos adiós más.